VIAJE AL CORAZÓN DE LA PALABRA... una travesía del Kilometro 0 en Guatemala, hacia la Patagonia...

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en la ruta de una gira internacional..., Guatemala, Guatemala
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EL DÍA QUE NO EXISTE...
José María Zonta


Ese detalle no preocupaba al Faraón Ptahhotep: tenía un harén de inventores. Describía una flor transparente al Inventor de flores y en la tarde la tenía en su jardín. Describía un pez luminoso y el Inventor de Animales Marinos ponía uno en el estanque. Sorprendió al Inventor de los Días al sacarlo del olvido, pues luego de crear los siete de la semana, hace dos mil años, nadie lo recordaba.
- ¿Me llamaste, Señor?
- Así es, Apries, quiero que inventes un día de no existe.
- Si no existe, ¿para qué lo usarás?
- Es asunto mío. Tú cumple mi deseo.
- ¿Cómo lo quieres, Señor?
- Con lo usual: con amanecer, con mediodía y que acabe en noche. Ese esquema que ideaste ha funcionado bien. Pero en vez de atardecer quiero un arco iris.
- ¿Calor? ¿Lluvia? ¿Nubes?
- Queda a tu imaginación. Lo único importante es que no exista.
- ¿Para ti o para los demás?
- Apries, que simplemente no exista.
- Perdona, Majestad, es cualquier cosa menos simple.
- Puedes retirarte.
- Una última pregunta: ¿será un día tuyo, o compartido con la población?
- Lo decidiré cuando lo vea.
***
Apries hizo una y no doce reverencias, pues no conocía el reciente protocolo de sumisión. En su taller desempolvó las herramientas de crear días y las miró toda la noche. Revisó el catálogo de días desechados de cuando inventó los siete que usamos, pero ninguno le satisfizo como para retomarlo. Ojeó los meses y decidió que pertenecería a febrero, que tenía menos días. Miró la semana y eligió el domingo por geometría: es cuando más dejamos escapar horas sin utilidad. Reuniendo los ratos desaprovechados de los otros días, que se pierden sin placer ni propósito, y pareciera que nunca estuvieron, construyó un día que no existe.
El sábado se presentó ante el Faraón:
- Este es tu día que no existe.
- Ah, ¿cuándo puedo usarlo?
- Mañana.
- ¿Y qué puedo hacer en él?
- Descontarlo de los idos y estrenar sensaciones, nombrar lo innombrable, descubrir lo invisible, tocar lo improbable. Desandar el camino de las flores.
- ¿Puedo morir en este día?
- No.
- ¿Hay algo en él que me esté prohibido?
- El desperdicio.
- Veo que tiene brisa, aromas, y agua. Parece un día normal, ¿de qué está hecho?
- De fragmentos que en los últimos cuatro años murieron por descuido y desaprovechamiento. Preocúpate solamente de encontrar la puerta hacia los días que sí existen. De otra forma quedarías atrapado en su inexistencia. Y nos mirarás desde allá pero no podremos verte.
***
El Faraón despertó el veintinueve de febrero, que no existe. Día de primeras veces, donde los vuelos vuelan sin pájaro y los aromas respiran sin flores. Los deseos no cumplidos regresan implacables en su placer. Ptahhotep tocó todo lo que le rodeada y cada objeto se deshacía ante su roce: duraban un estallido, una sensación, un brillo, un sonido. Las flores duraban el respiro de su aroma, la luz el destello en la ventana. Y desaparecían. Así son los días que no existen, apenas una infinidad de instantes. La voz de Apries era un reflejo sin espejo: "ya lo desaprovechaste una vez, no lo desperdicies de nuevo".